Hace unas décadas podíamos comprar prácticamente cualquier alimento, viniese de dónde viniese y cuánto más exótico resultase en un determinado momento, más nos podía atraer. Empaquetados brillantes y con mucho plástico poblaban nuestros supermercados, pero sin embargo a día de hoy la industria alimentaria ha tenido que cambiar porque no compramos cualquier producto, sino que ciertas cuestiones nos influyen más que otras, y no solo hablamos del precio.
Debido a que podemos elegir entre una gran cantidad de marcas para una determinada clase de alimentos, ahora somos más exigentes. Sin embargo, el precio sigue siendo una cuestión que miran muchas familias. Las marcas blancas siguen prefiriéndose para determinados alimentos básicos, aunque somos fieles a determinadas marcas que se han consolidado en nuestro país.
Ahora bien, cuestiones como la cantidad de azúcares que tienen, si son o no saludables por la cantidad de grasas que contienen o su procedencia también tienen gran influencia sobre nuestra decisión. De esta manera, vemos cómo cada vez más los productos bio o ecológicos se cuelan en las estanterías de todos los supermercados y en determinadas ocasiones las mismas familias son las que deciden dar el paso y acercarse a estos productos.
La tendencia de leer la etiqueta, interesarnos por los componentes, los azúcares, las grasas y por supuesto los conservantes de los alimentos, es una de las pruebas más fehacientes que tenemos de que nuestros hábitos están cambiando. Incluso el hecho de que cada vez más apostemos por los alimentos frescos, frutas, verdura, carnes y pescado nos acompañan más a menudo en nuestros menús en casa, por lo que apostamos por lo sano.
Sin duda, estos cambios de tendencia son cuestiones que las empresas de nutrición deberán tener en cuenta a la hora de plantear sus estrategias de marca y lanzar nuevas líneas de producto.